DE LO QUE CALLAN
...
Dicen que las cosas pasan porque tienen que pasar, que se salga el café por la mañana, perder el autobús, las miradas que se cruzan, las frases que escuchas de desconocidos. Dicen que todo tiene una razón, un principio y un final.
Yo no recuerdo que aquel día tuviera una razón. No se diferenció en nada al anterior, no recuerdo la temperatura, creo que estaba nublado. No memoricé su principio porque es imposible recordar el inicio de todo, me recuerdo leyendo un mensaje: “ven más tarde…”, me recuerdo sentada en la cama mirando hacia la ventana, después, supongo, hice lo que había hecho un millón de veces antes. ¿Cuántos detalles en los que se te puede ir la vida pasan desapercibidos en una hora? ¿En un segundo?
Dicen que las cosas pasan porque tienen que pasar. Que igual que una gota desborda un vaso lleno de agua, un instante de respiración te cambia. Yo no sé si cambié, sé que oí una voz al otro lado del teléfono y después todo se sumió en una especie de remolino que mueve los sucesos a tal velocidad que sólo a veces vuelven a mi cabeza en el tiempo de un relámpago. Olvidé dónde estaba el norte, perdí las estaciones, creo que no hacía demasiado frío. Recuerdo su sonrisa al entrar y el color de los pasillos, la oscuridad de la habitación, su mano dejándose llevar cuando yo se la cogí. Recuerdo que esperaba despertar; quizá la gota fue tener que dormir. No hay olores, no hay tiempo, el tiempo entonces desapareció.
Recuerdo el final de aquel día sin saber si mi memoria guarda realidad o ficción. Algunos rostros, algunas frases, la sangre ralentizándose por mis venas, la sangre ralentizándose por sus venas, recuerdo su cara seria y tranquila sabiéndolo todo de antemano. No podría decir mi expresión. Silencio. Entonces el tiempo desapareció y decidí que a veces las cosas simplemente ocurren.
Pero dicen que todo tiene una razón.
...
Mayte.
...
Dicen que las cosas pasan porque tienen que pasar, que se salga el café por la mañana, perder el autobús, las miradas que se cruzan, las frases que escuchas de desconocidos. Dicen que todo tiene una razón, un principio y un final.
Yo no recuerdo que aquel día tuviera una razón. No se diferenció en nada al anterior, no recuerdo la temperatura, creo que estaba nublado. No memoricé su principio porque es imposible recordar el inicio de todo, me recuerdo leyendo un mensaje: “ven más tarde…”, me recuerdo sentada en la cama mirando hacia la ventana, después, supongo, hice lo que había hecho un millón de veces antes. ¿Cuántos detalles en los que se te puede ir la vida pasan desapercibidos en una hora? ¿En un segundo?
Dicen que las cosas pasan porque tienen que pasar. Que igual que una gota desborda un vaso lleno de agua, un instante de respiración te cambia. Yo no sé si cambié, sé que oí una voz al otro lado del teléfono y después todo se sumió en una especie de remolino que mueve los sucesos a tal velocidad que sólo a veces vuelven a mi cabeza en el tiempo de un relámpago. Olvidé dónde estaba el norte, perdí las estaciones, creo que no hacía demasiado frío. Recuerdo su sonrisa al entrar y el color de los pasillos, la oscuridad de la habitación, su mano dejándose llevar cuando yo se la cogí. Recuerdo que esperaba despertar; quizá la gota fue tener que dormir. No hay olores, no hay tiempo, el tiempo entonces desapareció.
Recuerdo el final de aquel día sin saber si mi memoria guarda realidad o ficción. Algunos rostros, algunas frases, la sangre ralentizándose por mis venas, la sangre ralentizándose por sus venas, recuerdo su cara seria y tranquila sabiéndolo todo de antemano. No podría decir mi expresión. Silencio. Entonces el tiempo desapareció y decidí que a veces las cosas simplemente ocurren.
Pero dicen que todo tiene una razón.
...
Mayte.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)